Y se fue... Si, se fue solo con una maleta donde cargaba una muda de ropa un libro de Benedetti y unos zapatos gastados que la distinguían al ser una mujer muy austera en su modo de vida. Se decía que nunca tuvo novio y no le preocupaban las cosas materiales, necesitaba muy poco para vivir, sus libros sus ángeles y el crucifijo eran los únicos objetos que atesoraba. En su casa nunca se veían las luces encendidas vivía en la umbría de sus atardeceres. Entonces un día cualquiera partió con lo imprescindible sabiendo que algún día volvería. Pasó un tiempo descansando en el silencio del campo en la casa deshabitada donde había vivido en su lejana infancia. Por las noches solo se escuchaba el canto de los grillos que entraban por su ventana y el croar de las ranas entre los Ibiscos que se bañaban en el charco de agua que corría desde el brocal del pozo desbordado como un hilo de plata bajo el zumbido de las luciérnagas. Y como todo en la vida a pesar de la calma y la belleza se dijo en voz baja -esto no es lo mío- y regresó a su hogar. Lo hizo una noche tormentosa, pareciendo como si al regresar su eterna compañera fuera la tormenta.
El camino del jardín hacia la casa estaba a oscuras como siempre. Le costó dar dos vueltas la llave, no veía ni su sombra, pero al ingresar se vio rodeada de pequeñas figuras luminosas, centelleantes que con algarabía la recibieron emitiendo sonidos infantiles como queriendo decir su nombre alumbrando toda la estancia con su tibieza. Mientras tanto en el altillo persistían los gemidos y ululares emulando al viento, el sonido de los ángeles en caída los libros desparramándose por el piso y el crucifijo como siempre dando tres golpes tac tac tac para quedar inerte al pie de la biblioteca justo en ese instante. Ella se dijo a sí misma -Como iba a saber yo como hacen el amor los fantasmas-. Y se resignó a que se siguiera multiplicando el mágico murmullo del amor que invadía su hogar de vida . Dejó caer pesadamente su maleta al piso, se tumbó en su cama y entonces comprendió que para hacer el amor y multiplicarlo no se necesitan cuerpos.
by Lilian Viacava Dama de la Poesía
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